Hola de nuevo,
esta entrada complementa la anterior, si no la leíste tal vez quieras contextualizarte.
Nos habíamos despedido para contemplar lo que compartía contigo y ahora sigo ampliándote información sobre esto que llamo el Arte de la Indestructibilidad para que puedas empezar a trabajar con ello. Los mecanismos que me impulsan a la queja, la crítica y la condena tienen la capacidad de separarme de los otros como si hubiera un bando de “buenos” y otro de “malos”. Lo interesante de ésto es que muchísima de mi energía se la traspaso al otro cuando me quejo o lo critico y eso conlleva dos resultados: que me quedo con menos energía para construir la vida que anhelo y que asfixio la posibilidad del cambio en el otro.
Es como si no le dejara quitarse un “traje” confeccionado con mi propia energía. Lo imagino como una masa espesa colapsando la capacidad de salir del rol o de transformarse de quien tengo enfrente…pero no olvidemos que todo lo que está vivo tiene como propiedad el cambio y eso me incluye.
Si despierta tu curiosidad prueba con un sencillo ejercicio de percepción:
Encuentra un lugar tranquilo donde sentarte con la espalda recta y en calma.
Relaja tus hombros, recoge ligeramente tu barbilla y cierra los ojos.
Siente tu verticalidad imaginando que hay un gran sol en tu pecho que irradia, por delante mirando hacia el Sol y por detrás mirando hacia la Tierra.
Permanece unos instantes en esta posición y siente cómo te hace sentir.
Descansa en ella.
Ahora trae a tu mente a alguien con quien tienes algún tipo de queja recurrente. Para empezar no escojas un caso con mucha carga emocional.
Observa aquello que te molesta del otro.
Empieza a contarte la historia tal y como te la cuentas habitualmente con todo lujo de detalles y percibe qué va pasando con tu cuerpo y con tu emoción. Observa y déjate entrar en el “teatrito” de tu discurso.
Ahora sitúa mentalmente al otro delante de tí.
Observa cómo te mira, cómo “llega” su imagen hasta tí.
Vuelve tu atención hacia tu cuerpo en su “forma” de queja y observa qué pasa con tu energía cuando habitas esa forma.
Observa qué pasa con tu verticalidad, si se desplaza hacia delante, hacia atrás, si se quiebra,…
Observa lo que le lanzas al otro e imagina el “color” de tus palabras, su densidad, lo pegajoso, cortante…si todo lo que piensas tuviera una forma, qué forma sería.
Y ve un poco más allá, observa cómo cae en el otro todo eso y cuánto espacio para el cambio le dejas con lo que vuelcas en él.
Ahora suavemente recupera tu compostura, tu centramiento.
Según te centras recoge del otro todo lo que le has proyectado y dile: ahora recupero mi energía para trabajar yo con ella y te devuelvo la tuya.
¿Qué tal? ¿te ha permitido darte cuenta de algo?
Seguiré contándote cómo trabajo con esto, de momento tal vez hayas podido percibir que tu energía es algo que necesitas para avanzar tú y que mientras tu actitud general es de queja o de crítica básicamente te distraes de tí mismo. Te distraes de desarrollar el potencial que traes para aterrizar realidades genuinas, novedosas y útiles para un tejido humano más refinado y no sólo sueños repetitivos y reactivos.
¡Gracias por este ratito!
Ojalá tengas un precioso instante de luz desde tu propio sol,
Luchy
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